INDIGNA CRISIS (3)



Hace años escribí lo siguiente en un cuento de ciencia-ficción en que aludía yo a una extraña guerra sin muertos (con posterioridad, lo que son las cosas, estalló la Guerra del Golfo; al principio sorprendían mucho las contadas bajas):

El profesor, por su parte, nos explicaba en clase que en toda la historia no se tiene conocimiento de una guerra sin víctimas mortales, sin catástrofes, bombardeos, sin miseria civil; que no podía tratarse más que de una enrevesada maniobra de política internacional que los de a pie no alcanzábamos a comprender. Pero todo el mundo coincidía en una cosa: si de verdad estábamos en guerra, pronto tendríamos todos oportunidad de percatarnos de lo que eso significaba de veras.

En fin. A cuento de qué viene esto. A cuento de que hay quien afirma que estamos metidos de lleno nada menos que en una Tercera Guerra Mundial sin enterarnos, y que ésta sí que la va a ganar Alemania (país asociado, hay que ver lo negras que ponen las cosas algunos). Y también viene a cuento de que lo que está pasando en este país roza ya lo increíble, lo fantástico, la ciencia-ficción, en efecto. Bajo cuerda, se está operando aquí una especie de reconversión al sueño americano, reconversión salvaje, en plan pesadilla más bien, en un país a años luz de distancia de una superpotencia en cuanto a recursos naturales y financieros, capacidad económica, pasión depredadora, etc. Esto ya no es simplemente esperpéntico. No. Es mucho más grave.

A finales del posmoderno siglo XX nos escandalizábamos con la memoria histórica de tanta lacra de humanidad, ya afortunadamente obsoleta: los miles de invasiones colonialistas, la esclavitud, las dictaduras, el sufragio restringido, la Inquisición, el Holocausto, el Apartheid… A la vuelta del siglo, como no puedo dejar de ser optimista, incluso históricamente, propongo la siguiente lista de piedras de escándalo para el día en que alcancemos una verdadera democracia, no sé si me explico. Ya lo verán. No nos creeremos lo que está pasando ahora mismo. Nos parecerá un sueño, o más bien, digo, una auténtica pesadilla de ciencia ficción histórico-socio-político-económica, incomprensiblemente difundida sin ambages, sacralizada y santificada por la prensa y los media mundiales:

-El gobierno, con el visto bueno de prensa, radio, televisión e Internet, mentía a mansalva. Aunque parezca mentira, jamás cumplía lo que había prometido: el gobierno, como inspirado de lleno en el "1984" de Orwell, se contradecía, ocultaba, sesgaba, defraudaba, improvisaba continuamente. Pero, vamos a ver, si no cumplía lo prometido estaba traicionando a sus electores, especialmente en materia económica. No iban a subir el IRPF, no iban a subir el IVA, nada de copago farmacéutico, iban a respetar los salarios y contratos laborales, etc. ¿Cómo es posible que en el seno de una democracia avanzada se siguiera diciendo una cosa por otra, se engañase a los votantes clamorosamente, incumpliendo lo firmado en el programa, el pacto electoral? ¿No comprometía, no vinculaba de ninguna manera y bajo ningún aspecto el programa a quien lo formulaba y divulgaba? ¿Cómo era posible que un desmán semejante fuese tolerado por el sistema? ¿No estaban las mociones de censura y demás herramientas constitucionales diseñadas para defender a los ciudadanos de la explotación, la manipulación y el engaño descarados y continuos?

-La justicia, como la prensa y los medios, estaba politizada hasta la médula: comprada sin más; de modo que según qué transgresores y delincuentes públicos gozaban de absoluta impunidad. En España la justicia solo castigaba al delincuente de poca monta y a aquel que no perteneciera a un partido mayoritario, ya que los afiliados, y más todavía los aupados al poder, disfrutaban de patente de corso, aun llevando a cabo políticas, con arreglo al interés público, desastrosas. ¿Por qué no se exigían responsabilidades por tanta infamante mala gestión, por qué, mismamente, no se investigó de inmediato el asunto Bankia, el de decenas de costosísimas obras públicas inútiles? ¿Por qué existía impunidad incluso indemnizada millonariamente? Ante los incontables casos de corrupción, tráfico de influencias, malversación, cohecho, mala gestión, ¿por qué no dimitía nadie? ¿Acaso no tomaban ejemplo de lo que ocurría en Europa ante la mínima sospecha de turbiedad administrativa? Es sabido que en aquel tiempo renunció a su cargo un ministro europeo por el único delito de que su hija pagaba menos alquiler de lo normal…

-Obras faraónicas, autopistas, estaciones de tren, aeropuertos, centros de convenciones, pagados por el erario público, ¡muertos de risa, infrautilizados!, es más, ¡¡en muchos casos ni eso: ni se utilizaban!! ¿Qué objetivo cumplía su construcción sufragada por un dinero público que tanta falta hacía dos días después? ¿Quién ideó esas obras, quién las promovió, quién las aprobó, a quién le sirvieron de alguna forma si en sí mismas no servían para nada? ¿Por qué no se investigaron tales desafueros en profundidad, las posibles comisiones, composturas o manejos, quién pudo lucrarse con esos megacontratos? ¿Por qué no se exigieron responsabilidades de semejante despilfarro cuando a renglón seguido se congelaron las pensiones y los sueldos, se obligó a los ingenieros, médicos y demás titulados jóvenes a emigrar porque nadie los contrataba y menos la Administración, se obligó a los pensionistas a hacerse cargo del gasto farmacéutico y hasta de sus desplazamientos en ambulancia, y se retiraron becas a los estudiantes, ayudas a la investigación, y subvenciones a los parados y hasta a Cáritas?

-Tanto y tan devastador escándalo económico, ¿nadie se lo maliciaba, nadie lo veía venir, no había metidos en política brillantes profetas o negros augures, o rojos o aunque fueran verduscos? ¿No estaba todo archicantado para los sesudos técnicos y gobernantes que regían nuestros destinos? Por cierto, a todos estos señores, que eran muchos, pero que muchos, y gordos, ¿se les exigía titulación universitaria en regla, o por ventura ingresaban en la cosa solo a cambio de cromos de fútbol o chapas de Pepsi-cola? (Bueno, también cabe la posibilidad de que se tratase de verdad de un atajo de auténticos imbéciles, como muchos expertos en sus respectivos campos, alejados de la política y las finanzas, sospechaban.) ¿Para qué estaban pagándose buenos sueldos a ministros, senadores y diputados expertos en la materia, asignaciones espléndidas a comisiones económicas parlamentarias, a cientos, miles de economistas a sueldo de las decenas de Universidades, y del Estado, y de las Autonomías y los Ayuntamientos y las Diputaciones y las Delegaciones del Gobierno; ah, y a directivos y funcionarios de todos los niveles en el Banco de España, y en el Tribunal de Cuentas, en las distintas Fiscalías, y comisiones parlamentarias, y senadores, y policías, y funcionarios de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, y…, y…? ¿Acaso no se elaboraron en su día informes, investigaciones, memorias y auditorias contables serias con motivo de la “burbuja inmobiliaria” que amenazaba, precisamente (por "burbuja"), que estuvo amenazando durante años con explotarnos a todos en las propias narices, como con motivo de las fusiones bancarias, de la salida a bolsa de Bankia y de su situación financiera real? ¿Nadie se olió nada? ¿Acaso no se hizo nada por defender a los daños colaterales de tanto desmán y desastre y desafuero; a los seis millones de parados, los 400.000 desahuciados; amparar de algún modo a ese cuarto de la población (¿o era un tercio?) más allá del límite de la pobreza (por abajo)? No, primero había que rescatar a los bancos e indemnizar a sus responsables, por supuesto, para que fluyera el crédito otra vez como agua de mayo. En último término, si no se deja a la gente que lo merece (la gente bien, y bien que se lo ha ganado) disfrutar en sus yates, ¿cómo van luego a financiar empresas, a contratar a nadie, cómo van luego a generar riqueza en las naciones? En el impagable documental titulado Inside Job (Charles Ferguson, 2010), que trata en profundidad de la crisis que padecemos, se explicitan bien las causas y autores, la intolerable impunidad de éstos y cuál es el sentido de la "desregulación" bancaria y financiera que dio origen al desastre, y el papel de políticos, periodistas y economistas a sueldo en la indigna infamia que ha salpicado al planeta entero.

Bueno, pues todo esto será prácticamente ciencia-ficción en el futuro, claro, cuando gocemos de una verdadera democracia, política y económica. Mientras tanto, ante tan vergonzoso panorama político y económico, los primeros que nos han perdido el respeto son nuestros “socios” transoceánicos (Argentina, Bolivia, etc.), y nadie duda que también los alemanes están jugando a placer con nosotros y, lo que es peor, con nuestras mismísimas primas (de riesgo). Por no hablar de que todo este sucio asunto está dando alas, para volar, a todo obtuso nacionalismo periférico que se precie. A veces uno se consuela pensando que, en fin, que no son tan pérfidos, estos alemanitos, y francesitos, y catalanitos, y..., que no lo hacen ellos por maldad (qué va, hombre), sino que lo que buscan es que nos demos cuenta los ciudadanos españoles, y especialmente los jóvenes (la generación mejor preparada en la historia de España, triste orgullo; qué felices se les veía hace poco al celebrar la copa de Europa, la segunda, después del mundial; qué felices, sí, y qué pena, penita, pena); para que nos demos cuenta de una vez por todas de en manos de quién estamos, o nos han puesto, a los jóvenes y a los no tan jóvenes. Si es verdad, como afirmó un sesudo tertuliano el otro día en una televisión cualquiera, que esto, no solo no se resuelve en un par de años, sino que lo vamos a arrastrar malamente, pizca más o menos, hasta el 2025, a mí mismo, por razón de edad, ya me han fastidiado lo mío. Pero, eso sí, ¡que me esperen con las urnas abiertas! Cuanto más indignados se hallen ustedes, no lo duden ni un segundo: a menos inútiles deben sentar en el Parlamento. A ver si nos enteramos de una vez por todas de que, en efecto, como tanto se oye ahora por ahí, por esas calles y plazas y mentideros, estos señores tan listos y bienhablados no se representan más que a ellos mismos. ¡Anda y que les den!

Unos comentarios más al vuelo, por qué no. Menos da una piedra:

-Aunque las medidas sean necesarias, nada justifica la falsedad, la manipulación y la mentira. ¿O es que el argumento consiste en: “Sabemos que no son medidas populares. Lo sabemos. Les engañamos, señores, porque en caso contrario no nos votarían y así no nos permitirían tomar esas medidas tan necesarias para el país y para el bien de todos; no entienden, no entienden, no acaban de entender ustedes que los recortes son tan, tan necesarios, de verdad, de verdad del Señor”?

-Con todo esto de las mentiras, la nueva miseria, la dependencia de los socios europeos (y el exagerado ascendiente de algunos) y tal, estamos ingresando en algo nuevo: la historia no había terminado. Qué va. Está empezando ahora. Otra new age, pero esta de corte siniestro. Que se lo pregunten, si no, a los jóvenes universitarios y no universitarios españoles. Ni puñetera falta que hacía.

-Con la sacralización que decíamos (véase sección I) del libre mercado pierde, no solo la clase trabajadora, la clase baja, la clase débil, sino también el país débil. Esa mecánica de polarización ricos-pobres se encuentra diáfanamente implícita en el alma funcional del despreciable neoconservadurismo capitalista (véase otra vez Inside Job).

-Caso de que, quién sabe, los partidos políticos hayan llegado a convertirse en vasallos reales, es decir, a sueldo, de los grandes lobbies financieros (pensemos nada más que en sus medios de financiación), acabarán de un modo u otro contagiados de los mismos, por la propia ósmosis de la cosa, contagiados por la cercanía, por la promiscuidad con ellos, con sus avarientas mezquindades y mismidades y esencias, y acabarán peleándose, los partidos, nada más que por el poder económico, el único poder real finalmente, y al pueblo llano, mero convidado de piedra, lo dejarán, pues como lo están dejando últimamente, a ver: en puñeteras bragas. Que le pregunten, sí, a Orwell. (Pero, atiza, ahora que lo pienso, todo esto, ¿no estará ocurriendo ya, ahora mismo?... ¡En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo!...).

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