COLABORACIONES: RAFAEL LLOPIS, 05/06/2013


 


TRADUCCIÓN EN PROSA DEL POEMA “THE LISTENERS”
de WALTER DE LA MARE:




ESCUCHAN



–¿Hay alguien ahí? –gritó el Viajero golpeando con el puño en el portalón iluminado por la luna.

Y su caballo, en el silencio, mordisqueaba la hierba del bosque, entre los helechos.

Y un ave salió volando de la torre que se alzaba sobre el Viajero.

Y llamó a la puerta por segunda vez.

–¿Hay alguien ahí? –repitió.
 
Walter de la Mare (1873-1956)
Pero nadie bajó a abrir la puerta al Viajero; nadie se asomó a la ventana rodeada de hiedra; nadie le miró a sus grises ojos.

Y el Viajero permaneció inmóvil y confuso.

Sólo le escuchaba una hueste de fantasmas que moraban en la casa vacía y ahora, en la quietud del claro de luna, escuchaban aquella voz que procedía del mundo de los humanos.

Y se apiñaban en los tenues rayos de la luna, sobre la escalera que en la oscuridad desciende hasta el desierto vestíbulo, sumamente atentos en el aire agitado por la llamada del solitario Viajero.

Y él sintió en su corazón la extraña lejanía y el silencio que respondían a su llamada, mientras el caballo pacía el oscuro césped, bajo el dosel de follajes y estrellas.

Y de pronto golpeó aún más fuerte en la puerta y alzó la cabeza:
 
–¡Decidles que vine y nadie contestó! ¡Decidles que cumplí mi palabra!

Ni el menor movimiento hicieron los que escuchaban, aunque cada una de las palabras despertó ecos en las sombras de la casa silenciosa.

¡Ay! Y oyeron el ruido del pie sobre el estribo, y de hierro sobre piedra, y oyeron cómo regresaba el silencio al bosque a medida que se alejaban los cascos del caballo.



© Rafael Llopis Paret, febrero 2011.




(Texto original:

THE LISTENERS (1912)

‘Is there anybody there?’ said the Traveller,   
   Knocking on the moonlit door;
And his horse in the silence champed the grasses   
   Of the forest’s ferny floor:
And a bird flew up out of the turret,   
   Above the Traveller’s head:
And he smote upon the door again a second time;   
   ‘Is there anybody there?’ he said.
But no one descended to the Traveller;   
   No head from the leaf-fringed sill
Leaned over and looked into his grey eyes,   
   Where he stood perplexed and still.
But only a host of phantom listeners   
   That dwelt in the lone house then
Stood listening in the quiet of the moonlight   
   To that voice from the world of men:
Stood thronging the faint moonbeams on the dark stair,   
   That goes down to the empty hall,
Hearkening in an air stirred and shaken   
   By the lonely Traveller’s call.
And he felt in his heart their strangeness,   
   Their stillness answering his cry,
While his horse moved, cropping the dark turf,   
   ’Neath the starred and leafy sky;
For he suddenly smote on the door, even   
   Louder, and lifted his head:—
‘Tell them I came, and no one answered,   
   That I kept my word,’ he said.
Never the least stir made the listeners,   
   Though every word he spake
Fell echoing through the shadowiness of the still house   
   From the one man left awake:
Ay, they heard his foot upon the stirrup,   
   And the sound of iron on stone,
And how the silence surged softly backward,   
   When the plunging hoofs were gone.)