LOS SUEÑOS: AFORISMOS

 



·  ¿Qué diferencia en realidad a un sueño de un deseo? O ¿se trata de una simple cuestión terminológica? El diccionario no ofrece la respuesta soñada.



·   ¿Qué función, digamos, biológica podría cumplir algo en apariencia tan dañino o negativo como las pesadillas (nos referimos a las normales, la etiología de las morbosas es personal)? La respuesta es simple: una función benéfica, terapéutica. La Naturaleza no es gratuitamente sádica. Bueno, quién sabe.



·   ”Todo ha sido un sueño. El sueño de Narciso.” O: “Todo ha sido un sueño. El sueño de Narciso”, soñó el poeta. O: “Todo ha sido un sueño. El sueño de Narciso”, soñó el poeta que soñaba Dios. (Variaciones sobre el tema del dinosaurio de Monterroso y la mariposa de Borges.)








·  ¿Sabemos diferenciar con exactitud lo que es sueño de lo que es pesadilla? Si lo hiciéramos no estaríamos vivos, o no lo sabríamos.



·   “Que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son”: cuidado, eso precisamente es lo que Elvex, el robot soñador del relato de Asimov, quería que pensáramos, motivo por el cual de inmediato fue destruido sin piedad por su creadora.



·   “Morir, dormir, tal vez soñar”, no son sinónimos, pero van como de la mano, como niños en un extraño parque vespertino.



·  Todo escritor de terror se nos sugiere obcecado siempre con lo más imaginablemente incómodo: la identificación delirio-verdad desnuda.




·  Y ahora su autoestima está por los suelos, por los sueños...



·  Como al personaje de un sueño al despertar, el tiempo nos borrará a todos, pero no al escenario, que espontáneamente se irá renovando en sí mismo.



·  Quién o qué es el guionista del sueño normal, y el de las pesadillas. El primero parece mucho más “familiar” que el segundo, que luce, por así decir, más complejo. El inconsciente es de psicología y creatividad variada, como diría Freud.



·  No deberíamos llamar “sueños” a nuestros deseos o aspiraciones más hondos y auténticos; deberíamos llamarlos por sus nombres respectivos, y si no los sabemos, inventarlos. Los sueños, sueños son y en sueños quedarán.







·   Más sobre la dicotomía sueño/pesadilla. Esta, desde otro punto de vista, es más “real”, exhibe más vínculos con la vida corriente, responde más a la vida. Si no fuese así, quizá la vida no sería posible. Me explico: si fuesen los meros sueños más “reales” que aquellas. La realidad sería tan surrealista como los sueños.



·  En ese sueño yo vivía en una suerte de palacio encantado, todo él envuelto en una grata, sedosa luz azul. Me movía con los ojos muy abiertos de estancia en estancia. Cada una representaba un súbito contratiempo, un problema diurno (eso parecía a aquella luz), a cual más irresoluble. El despertar me demostró que lo único irresoluble había sido aquella luz.



·  Los sueños de despertar más triste son aquellos que se empozan enrevesados en su propio sinsentido. El primer gran estudioso de dicho fenómeno fue un tal Joseph K., pero, justamente, el pobre no era del todo consciente de ello.



·  ¿Sueño circular: sueño demencial? Según se mire. Todo sueño al final es autorreferente.



·  ¿Quién o qué fue el guionista de los sueños de grandeza de Adolf Hitler? Sin establecer juicios de valor, lo primero que te viene a la imaginación es un ente, identidad o condición de dimensiones muy, en exceso, por así decir, modestas. Algo relacionado con bacterias, hormigas, hormigueros, de evolución darwiniana angustiadamente imposible.



·  ¿Quién sabe más de nosotros: nuestro inconsciente, nuestro preconsciente o nuestra conciencia activa? Hay que contestar que en este campo, como en el de los sueños, no seremos conscientes nunca del significado, ni siquiera aproximado, de “más” y de “menos”.



·  Es muy de ciencia-ficción permutar el mundo de los sueños con la realidad. El procedimiento es sencillo. No consiste más que en la habilidad de romper espejos de manera artística; mera evolución del cubismo pictórico.



·  Hasta qué punto es fiable, verosímil, la ciencia-ficción. Lo es y mucho. Se trata del arte más profético, como demuestran las diversas distopías, que son siempre curiosamente muy oníricas, en su ambición, en su atmósfera, en su fuerza predictiva. Ray Bradbury, por ejemplo, sabía soñar muy bien sus historias.



·  ¿Qué extraños signos presiente, entrevé, entresueña, el escritor de ciencia-ficción en el presente para descifrar con tanto acierto, tan a menudo, el futuro? ¿Se encuentra de alguna manera desperdigado todo el tiempo en los sueños, en sentido relativista?



·  La pesadilla apunta docente o previsoramente a la desgracia sufrida o en ciernes. El sueño normal acaso busca solo curarnos en salud de nuestros aburridos avatares diurnos; a tal fin su método surrealista parece ser el de desbaratarlo todo.



·  ¿Interpretación de los sueños? La vida, lastrada por mortales rutinas, encuentra un vivo desahogo diario en la inofensiva confusión de los sueños. La pesadilla, si no te vacuna, al final asimismo sirve de desahogo. Eso tan horrible nunca deja de ser más que un mal sueño.



·  Y pese a todo no hay rostro más agradable, seductor, humano, que el del soñador.



·  La imaginación es el padre, y el sueño la madre de toda invención o afán de evolución y perfeccionamiento.



·  El arte más vanguardista e iconoclasta (el impresionismo, el cubismo, el surrealismo, etc.), de filiación claramente onírica, rompe con saña pesadillesca con todo lo anterior. La pregunta a las vanguardias: qué tiene de mala la visión clásica del mundo cuando humanamente todo sigue igual.



·  Fue uno de esos sueños tan reveladores, más intensos que la propia humilde vida, porque, como en un buen relato, en ellos se concentran muchos significados.



·  Para Thomas Mann, el más kafkiano de los hombres, Franz, era más que nada un soñador. Pero Mann, como embarcado en un sueño por demás absurdo, agrega que “la extravagancia lógica y angustiosa de esos sueños”, “los amables clichés de Kafka” llegan a hacer reír hasta el llanto.



·  Nuestros anhelos y aspiraciones (otra acepción de sueño) ¿no serán en origen, en el ámbito inconsciente, en el fondo de todo, también tan caóticos e incomprensibles como el sueño en sí mismo?



·  El sueño es reparador por un solo motivo, porque el Inconsciente es absolutamente relativista: carece de prejuicio semántico alguno. Lo que ocurre en el mundo de los sueños, ahí se queda (al menos de momento).



·  El idealista, el soñador es por tradición aquel que aspira a un mundo mejor. Esto, sin embargo, nada tiene que ver con los sueños. Una vez más: los sueños, sueños son. El mismo Hipnos nunca aspiró a más, salvo aquella vez que soñó con suplantar a Zeus hipnotizándolo más allá de lo divinamente correcto.



·  Las relaciones entre Hipnos y Tánatos son las de gemelos bien avenidos. Sería inimaginable, ni soñar en que fuesen de otra forma.



·  Hay otras opiniones. Hipnos desde siempre se debate de forma absurda, caótica por la envidia insuperable (invención de Zeus: un instinto nuevo) que siente de Tánatos. Pero todo queda en casa. Somos nosotros, solo nosotros, con nuestros sueños, deseos y ambiciones desmedidos los que desbordamos las cosas sin ton ni son en las horas diurnas.



·  Soñé que El Bosco, Poe y Lord Dunsany acudían a un extraño banquete donde los sentaron juntos a los tres. Poe refunfuñaba todo el rato, intrigado por el obstinado silencio del primero. Mirándolo con fijeza, acabó adivinando en sus ojos el tipo de arte que practicaba. Tocó en el brazo a Lord Dunsany: «¡No sabía que tuviera parientes holandeses tan modernos!», le espetó. Dunsany escrutó a su vez los ojos de Poe y, horrorizado por lo que vio, se levantó de un salto y salió a escape de allí.



·  Imaginemos: si la vida fuese realmente un sueño, los sueños estarían compuestos de prodigios verosímiles, y la Historia sería... virtual.



·  Entresueños: los fantasmas primarios corresponden a esos seres cercanos o allegados de los que nos hemos alejado y creemos que ya no nos importan, o creen ellos que ya no les importamos. Los secundarios no hacen sino aprender pautas y tretas de aquellos.

 

·  Aunque uno acaba comprendiendo que la principal razón de ser de los sueños no es otra que aliviar la fobia a la oscuridad, o el horror vacui en esas horas del día en que, de hecho, más expuestos nos hallamos al vacío (el dormir sin sueños).





© José Luis Fernández Arellano, 2021