ANOTACIONES TEMPESTIVAS (2011)


      « No somos más que estúpidos Descartes de un destino venturoso. »


          « Dice Sartre que l’enfer c’est les autres. Pero a ese infierno, como quizá aconsejaría De Saussure, habría que restarle un rasgo, el de la ubicuidad, y añadirle otro, el de la sincronicidad (transitoriedad). El infierno son los otros, pero únicamente si los conoces bien, si estás muy imbricado con ellos, en una convivencia estrecha. Si te da por regresar a aquel lugar aciago que parecía y era un infierno hace, pongamos, treinta años, allí donde una vez te asfixió una maraña aplastante de catastróficas desdichas, no encuentras hoy sino placidez, animación mundana, incluso fascinante pintoresquismo, y completos desconocidos que te miran por la calle con inocente curiosidad. »




     « Los grandes novelistas, tan profundos y ecuánimes (unánimes, que diría Borges), siempre logran de un modo u otro que te reconcilies con algo, incluso con tus peores miserias. »



« Mientras tanto, leo “Un buen hombre es difícil de encontrar”, y creo que doy con la virtud más llamativa de Flannery O’Connor (insisto, pésimamente traducida). Se trata de imaginar, sin grandes aspiraciones al parecer de momento, la historia, una sencilla trama realista, personajes que te resulten cómodos, familiares, pero procurando siempre por todos los medios huir del lugar común en los remates. Culminar las escenas, el perfil de los personajes, de forma novedosa y original, de manera que las tramas, aun crudas y naturalistas, resulten difícilmente predecibles. Novedoso, original. Una sencilla fórmula de vanguardia, en línea con el clásico final sorprendente, que quizá aprendió Carver. Los cuentos sureños es tan fácil que incurran en el tópico. De manera que hay que esforzarse solo en esa media vuelta de tuerca. Ahí precisamente parece radicar el algo más de Carver, Chéjov, Joyce…  »



« Tengo 50 años. Y todos son míos. »



«…y ahora su autoestima está por los suelos, por los sueños... »


« Viven recluidos en una burbuja inhumana: la civilización occidental. Lo real es lo terrible, la miseria y el dolor que sufre la mayor parte de la humanidad allende sus fronteras. Así habló el gran asteroide espiritualmente teledirigido que advino y lo destruyó todo. »



« No es raro, ante el triste espectáculo histórico, que la filosofía optara a mediados del siglo XX por refugiarse en el estudio del discurso, del lenguaje, que se supone capaz de describir hechos... positivos. »



« Escribir es dar marcha atrás. »




« Esto viene a cuento de eso que decíamos de Beckett. Hay que mirar las obras de teatro, las películas y obras audiovisuales, hay que mirarlas solo, no escucharlas, dejarlas mudas. Volver al cine mudo. Solo interesarse por lo que ocurre, no por lo que se dice; no permitir que los personajes te lo expliquen, obviar toda palabrería barata. Qué queda de auténtico detrás del diálogo corriente. Mía, tuya; mía, tuya. Qué es lo que cuentas en realidad en cada relato, en cada novela, en cada película. La poesía, claro, es distinta. Pessoa, en su "Livro", parece sugerir que es más fingidor el prosista que el poeta. Beckett quería hacer comprender la vacuidad del diálogo, y de toda palabra en último término. Qué es la comunicación al fin, en qué consiste, a qué dedica el tiempo libre. Preguntémosles a los psicólogos. »



« El propósito último de la música es salvarnos de lo que somos, pero, a poco que la conozcas, fracasa: enseguida se le ven las bragas. »



« No soy médico, pero diría que el talento es ni más ni menos que una enfermedad más, en términos evolutivos acaso positiva. »



« Beckett desprestigió la palabra, aunque a su modo: la verborragia joyceana, y consciente de que tan necesario era Joyce como Beckett. »



« La Santa Muerte mejicana (Santa Muerte, uf), especie de entidad benéfica sincrética representada como un esqueleto que actúa protectoramente sobre la persona. Relaciónese con el concepto de cuidado de sí mismo heideggeriano, con su existencia auténtica que es vivir para la muerte. »



« Lo que venía a decir Heidegger es que la esencia del ser humano es el anuncio mortal, que está fuera del tiempo, que es eterno: en otras palabras, que el hombre está previamente muerto. En un contexto de tiempo eterno, cósmico, metafísico, cientifista, nada orientalizante, la vida, tan corta, es menos que nada. »



« Otro apunte sobre ethos y estética. Mirar a lo que debería ser en lugar de a lo que es, consiste simple y llanamente en mirar a otro lado, no querer ver, no querer saber, y el que no quiere saber, el que no ve hasta las heces, no ha aprendido a representar cabalmente, a simbolizar comme il faut, que es el sentido último y único de todo arte: sí, materia de ética: el "como debe ser". »



« Qué hace el aristócrata egoísta, el querulante, su hosca individualidad enarbolada, injustamente castigada, su acérrimo ombliguismo miope que se quiere delicatessen, tajada exclusiva y selecta de la mismísima Vida, qué hace con la constancia también viva, pletórica, y mucho más democrática, de la Muerte. ¿Acaso transfigurarla estúpidamente en instrumento de una providencia maligna? »



« El tiempo nos borrará a todos, pero no al escenario, que  espontáneamente se irá renovando en sí mismo. »

 



© José L. Fernández Arellano, 2011

ANOTACIONES TEMPESTIVAS (2004-2008)




« –Y bien, dígame, caballero, ¿qué máscara desea usted? –Hum, la más cara. »
 

« El budismo, de entrada, por algún motivo no claro,
choca gratamente al nuevo adepto de extracción judeo-cristiana, pero pronto empieza como a incomodarlo. Cómo explicar esto. Frente a los budas del salón (budas de salón), en esas noches solitarias de tele y libros, no encuentras, cómo decirlo, intimismo, inmediatez, calor. Qué te sugiere ese enigmático ídolo gordezuelo: ideas tan simples y lapidarias te hacen sentir satisfecho del ahora, pero también te vacian de otras que habían sido útiles hasta el momento, y quizá, en tanto que nuevo adepto, eso te genera cierta frustración neófita. Buda. ¿Buda? El budismo, de entrada, no protege, no consuela (al menos todavía…); en cuanto concepto religioso, no te incita a relacionarlo en ese campo con lo que acostumbrabas o te habían acostumbrado, miedos, amenazas, ángeles de la guarda, amor de dios, dioses omnipresentes, beatitudes místicas, culpas, infiernos y paraísos, que, después de todo, ya era algo. Habías soñado siempre con una religión enfocada a seres inmaculados y todopoderosos, a razas superiores, tremebundos extraterrestres llenos de ruido y de furia… Pero, así de pronto, ¿esto? En efecto, esto, huir valientemente de toda esa absurda parafernalia escatológica que no representa en realidad más que el triste señuelo inane del ego, de la etiología y el sentido. El meollo del budismo, qué esperabas. Pero con todo y con eso, al final, te sigues quedando un tanto como, bueno, nostálgico, aburridillo. Abrumado ante tanto nihilismo iconoclasta, sigues estultamente expectante de algún... brillo celestial más, miajita de atisbo trascendente en el fondo, ¿no? Pero, en resumidas cuentas, de un modo u otro, contra viento y marea, qué gran verdad, qué santa evidencia aplastante; no sé a quién se la oí o leí: ¿Quién ha matado en nombre del Buda? » 

« Críalos cuervos y te sacarán los ojos. »

 « Los hombres tenemos fama de ser más nobles, más elevados, imaginativos... Pero ese es el nombre que le damos al hecho de no tener a cargo el sostén biológico de la especie, por así decir. Por qué estamos aquí. Por qué me dedico yo en estos momentos a lo que me dedico. A no dudar porque hay y ha habido mujeres que antes se han preocupado de otras... cosas. »

  « Nadie es tan malo que no haya sido bueno. Ni tan bueno que no sea algo malo. »

« Fue, ya digo, uno de esos sueños tan reveladores, más intensos que la propia vida, porque, como en un buen cuento, en ellos se concentran muchos significados, o simplemente mucho significado. »


« La muerte ha de llegar para curarnos de todo engaño. Ese será el único momento realmente interesante de nuestra vida. Enfrentarnos a la verdad cara a cara, por primera y única vez. Aun así no tendremos tiempo de vislumbrar más que un destello mortecino de la misma. »

 « Primero la fatiga, la falta de sueño, que se traduce en un dolorcillo de cabeza que ni siquiera llega a tal; notas como si te chirriase o raspara algo incómodo por dentro, algo que impide que funcione bien el cerebro, eso, que fluyan debida, lubricadamente las ideas, que no se anquilosen de tonta subjetividad matutina. Las señales que te envía el mundo, en una mañana clara como la de hoy, los billones de fotones reflejados por un cubo metálico en la terraza de enfrente adquieren momentáneamente para ti un sentido distinto, que podría compararse con la diferencia que existe entre las sensaciones producidas al mirar a una mujer guapa y a otra fea, pero fenómeno más metafísico, más afilado y visceral. No es que sea fea, es que es infinitamente ajena. Estás sensibilizado, singularizado, en el sentido que le dábamos. Te agobia un gran desamparo ante lo que ves. ¿A qué este temor irrefrenable, esta debilidad? ¿Una amenaza? ¿Qué podrías tú oponer a esa fastuosa y cruel indiferencia fotónica? Es casi terrorífico. Si sigues mirando va a aplastarte la mera visión de tanta energía y expansión muertas, alienadas, inútiles... ¿Muertas? ¿Y si a esta pequeña depresión visual de pronto le da por crecer y crecer, y crecer…? »



 « En los sketchs de Turner está ya Monet. La pintura que vendrá alienta ya en los esbozos de los grandes maestros actuales. »

 

« Los últimos paisajes de Van Gogh, en la Thyssen. Al principio, solamente, qué gran pintor. Pero ya en la segunda sala se te ponía el nudo en la garganta. Las enérgicas pinceladas de dos o tres centímetros; esa furia expresiva, esa intensidad estética, ese brío anticipativo. Artistas así transmiten algo más que singular al público. Sus cuadros siempre te dan la impresión de que han sido pintados hace cuatro días por ese amigo tuyo genial que está medio majareta. Arte en vivo, bullidor, tuteante, recreando de continuo para ti vida y desvarío, tragedia viva, muerte destinada disfrazada de tonos violentos. Debe ocurrir así con todo gran artista desgraciado. Pero una imagen vale más que mil palabras, y frente a un escritor, un Poe, no es lo mismo. Todo color pastoso y trazo curvilíneo: cuando Van Gogh utiliza colores puros, es un genio, cuando los mezcla, es el dios de la pintura. No sé qué fabulación estética me hice en pleno arrobo. »

« Me preguntaba a qué tanto y tan extremo afán de poder en el personaje de Livia en Yo Claudio. En estos casos, uno, que al menos ha aprendido a reconocer en sí mismo lo que es la mera y triste ambición, debe saber ponerse en el lugar de. En aquella época creían en dioses y en dioses encarnados. También, por tanto, en dioses que se hacen a sí mismos, como postulo yo en la novela. Y esa arpía diabólica seguro que aspiraría a convertirse en diosa, la inmortalidad, el poder absoluto. […] En efecto, hoy hemos visto el capítulo en que Livia finalmente reconoce, les pide con lágrimas en los ojos a Calígula y Claudio, ser reconocida como diosa, ¡para no acabar arrojada al puñetero Infierno por su redomada maldad! Pero todo esto, claro, no es más que la interpretación moderna, de Robert Graves, con el que hemos fácil coincidido. »

 « Universo cíclico, pero los ciclos son tan amplios que no alcanzas a captarlos como tales ciclos. Lo mismo pasa con la tierra, que parece plana y es redonda. »

« Los genios no son más que hombres normales, pero que llevan dentro otro ser: un genio (como el de la botella). »

« Y el pueblo (o el antiguo barrio), se quiera o no, escapa a ese concepto paradisiaco que inventamos a veces, al mero recinto, al escenario aislado de nuestra reniñez. El pueblo sin su sociedad habitadora no existe, ni existió nunca. »

« Si toda culpa es eternamente presente, todo contratiempo puede ser interpretado como castigo, y toda iniciativa, como peligrosa. Las implicaciones, tremendas. »


© José L. Fernández Arellano, 2004-2008

ANOTACIONES TEMPESTIVAS (1999)



« El crítico hace ciencia con lo sagrado. Por tal motivo, si no pone la fe (el saber) suficiente, es fácil que se equivoque. »



« La Historia es esa disciplina que estudia un fenómeno, el tiempo, pero solo a través de sus agentes, es decir, no el tiempo, sino una sección parcial del mismo. Y, lógicamente, debería estudiar el pasado tanto como el futuro. A qué esa perspectiva de tortícolis. No tiene sentido. El historiador clásico es la mujer de Lot. […] Bien, osemos airear la Historia de una vez: qué sabemos del futuro. Una cosa sabemos: que se cumplirá. Otra, que está fundido indisolublemente con el presente, y también con el pasado. Que cuenta, así, con antecedentes. Que tales antecedentes son demasiado abundantes, interrelacionados y complejos como para que su configuración sea predecible al completo. Que contendrá un hecho y un momento crucial para nosotros: nuestra muerte. Se puede seguir así y, paso a paso, se acaba prediciendo el futuro. »



« Considérese la segunda acepción de soberbia que recoge el diccionario: Apetito desordenado de ser preferido a otros. Mm, no debe haber nada más dañino que un soberbio que fracasa. La soberbia no transmite a la vez la voluntad necesaria de adornarse de realidad. Esto la convierte también en sinónimo de estupidez. »



« No es que el presente sea eterno para el redactor-revisador de diarios. Eso solo sería expresable, o presentable, por medios poéticos, o mediante una redacción seria y cuidada. No eterno, sino pantanoso. No eterno, sino incalculable, sin límites ni bordes, sin antes ni después, sin transición entre ellos, ni la que figuraría el vuelo de una mosca. Nada lo refleja mejor, ese estancamiento (esta mañana lo pensé ocioso ante el escritorio), que un discurso caótico, derramándose en las horas concéntricas de la tarde, como al caer una piedra en medio de un estanque (una piedrecita casual, una hoja de árbol, una cagadita de pato, en cualquier zona del mismo, cualquiera, da igual, al este, al oeste, no existe la orientación, no hay sol ni luna ni estrellas que te refieran). Sí. Siempre la misma casualidad. Y lo peor: siempre el mismo estanque. Y despertarse de lo inanimado irregulares líneas, más que concéntricas, espirales, discurso desmadejado de idiota, y tampoco centrífugo: centrípeto, frases en la página, ondas en el agua a las que una estúpida maldición ha impreso el juego y el destino contrario a aquel para el que fueron diseñadas: el de la peonza (trompo sin vida y sin muerte, pensante giroscopio), pánico Yogh-Sothot muriéndose de risa autorreferente, monstruo sin vida y sin muerte, desgastado y desgastante hasta la vaciedad, hasta el plácido, inane infierno soñado: la mediocridad contenta y cálidamente entrañada en sí misma. Pero ¿es que acaso hubo un antes de esto? Claro que podemos explicar perfectamente la metáfora de Eliot. Pero para nosotros en realidad no hay estanque que valga. Miento. Lo del agua, aunque pantanosa, es una licencia poética, queda más lucido; el agua, aunque sea estancada, barro resbaladizo, una falda de vegetación pútrida rodeándonos...

Eso es retórica otra vez. Lo tuyo es más bien una llanura, sí, de bordes remotos, y como era de esperar, desierta y estéril, aunque a rachas poblada, sí, del canto atrayente de bobas sirenas fantasmales, como tampoco podía ser menos. A lo lejos merodea un chacal, aquí cerca salta una rata de campo, se arrastra una serpiente ahí entre las piedras. Inofensivos. Todo es polvo, ceniza, oscuridad, cielo vacuo y opresivo. Esta es tu alma ante el papel a veces, Mancha de proceloso egoísmo telescópico que, devorándose a sí misma (por devorar ha devorado todo tiempo aparente, toda memoria, toda esperanza; en lo ilimitado se disipan confundidos Dios y sentido), ha acabado reducida al polvo insustancial de sus propias deyecciones ya resecas, hacia las cuales de tarde en tarde alarga con sórdido regusto el hocico. Eso, eso es lo que cae aquí y allá, sin orden ni concierto, de vez en cuando. Chof, chof, chof... »



« Y decía también que lo que yo parezco pergeñar a veces es una suerte de contrarreivindicación del tímido, como la que se sugiere en gente más bien apocada, como los existencialistas, Sábato y tal. De esa manera estás buscándoles a los tímidos todavía más vueltas de las que de por sí les busca la puñetera vida. Y tampoco es para ensañarse, ¿no? »



« ...este cuaderno de pastas azules, hojas, hojas y más hojas de espuma, mal en disolución: disoluto, degradado, mar cuyas olas se eternizan batiendo cansinas unas sobre otras, en todas direcciones, sin objeto ni sentido, llevadas y amasadas por la marea, entre viento y gravedad e influjo lunar, eternamente a la deriva, unas sobre otras enredadas, unas tras otras, frases escritas al azar, sin importancia, sin trascendencia, sin sentido, llenas y vacías de agua y espuma, de palabras, incoloras, insípidas, ritmo y letanía carentes de sentido, de forma y de sustancia, en secuencia interminable. Unas sobre otras, unas tras otras, unas sobre otras, hasta el fin de los tiempos. Desde el fin de los tiempos derivo en mi pasado, o derivo en mi futuro: en mi presente. El tiempo en mí me olvida de mí mismo, y sin rumbo en el tiempo me disperso en la corriente, diluido en las ondas incesantes que mi cuerpo acarician y conforman, mi mente, mi soma espiritual, entidad, conciencia líquida expandiéndose arriba y abajo, a babor y estribor, ayer, hoy y mañana. Como a un triste ahogado las aguas me sostienen, me impulsan, me disipan, me hunden en las profundidades, me vuelven a elevar, haciéndome rodar sobre mí mismo, me arrastran en su flujo sin destino, circularmente, atrás, adelante, al este, al oeste, yo, pacífica brújula enloquecida. Yo soy el oleaje, yo soy el agua, yo soy el mar, yo el ahogado y el madero y el texto a la deriva, y yo también la brújula central. El mar y la brújula, ya apenas imantada. » (Texto que resurge en El espectro visible.)


© José L. Fernández Arellano, 12 de febrero – 4 de noviembre de 1999