1. Planteamiento.-
Hasta hace veinte años reinaba en el mundo lo que cabría denominar equilibrio ideológico inestable fundado en una sana tensión dialéctica: la mantenida durante décadas entre Derecha, defensora de una economía liberal, e Izquierda, que propugna una economía más o menos intervenida por parte del Estado. Es público y notorio que, con la caída del Muro de Berlín (1989), la balanza se decantó claramente a favor de la ideología liberal, con lo que hoy asistimos a un curioso espectáculo socioeconómico en países de sustancioso historial comunista, como Rusia y China.
2. Nudo: La divinización de Entes y Factores Mercantiles y Financieros.-
Una vez roto el equilibrio ideológico que decimos, la sensación era de triunfo total para los representantes del sistema preconizado por Adam Smith, el laissez faire (dejar hacer), la exaltación definitiva e incondicional del libre mercado, la propiedad y la iniciativa privada. El problema es que banqueros y financieros parecen haber interpretado dicho triunfo como excusa para la santificación o sacralización inmediata del propio ser.
Recordemos en este punto que la sección séptima de El capital, de Carlos Marx, estudia el tema de la acumulación del mismo, práctica que representa la misma esencia del sistema económico neoliberal. ¿Es contraria dicha “acumulación de capital” a la cultura del pelotazo, al blanqueo de capitales, a la malversación y el desfalco, al tráfico de influencias y el clientelismo político? En absoluto, ¡la acumulación, por sí misma, es inobjetable, dado que representa la misma esencia de ser del capitalismo! Y no otro es el motivo de que se deje campar a sus anchas a tanto chorizo de derechas y a tanto delincuente económico de todo pelaje. Estos caballeros ya no son delincuentes, sino otra cosa difícil de definir (¿meros “acumuladores” de riqueza, tal vez?); lo cierto es que, siempre con el visto bueno de los mass media, disfrutan de dispensa total para toda fechoría económica que se les pase por la cabeza, si esta es de tipo, en efecto, “acumulativo”.
¡Estos orondos y estupendísimos señores, en efecto, han llegado a considerarse dioses, y divinas e infalibles como el Papa son la propia ideología y (¡glub!) hasta los propios “principios” (en especial el acumulativo)! De manera que, hoy por hoy, todo vale en la viña del señor, o señorito, económico: todo desarrollo (ya sea sostenible o insostenible), todo intercambio (ya sea justo o ventajista), toda acumulación, como decimos, y también toda especulación, todo abuso, toda impunidad, todo esto es jauja y toda merienda de negros (que se lo pregunten, si no, a los negritos del África, y a los susodichos medios de comunicación de masas).
¿Qué mejor demostración para tal divinización que el hecho de que la mejor solución a la crisis que padece medio mundo la hayan encontrado los gobiernos nacionales e internacionales en la repartición de dinero, y a espuertas, a esa misma categoría de Entes que la ha provocado (la crisis; nos referimos a los bancos)? Lógico: nadie se atreverá a cuestionar la refinanciación de Entes previamente divinizados, por el propio Dios o por la propia Historia, que tanto monta.
3. Crítica humanista de la divinización.-
Pues bien, para quien quiera oír y entender, somos de la opinión de que son Indignos de santificarse ideología, movimiento o ente alguno que no vengan informados por los únicos principios verdaderamente sagrados que conoce el Hombre: la Libertad, la Democracia y la Justicia Social. Y no estamos defendiendo ni a los de un lado ni a los del otro.
No han sido los indignados, que tanto indignan a los menos afectados por la crisis, los que la han desencadenado (la crisis), los que han generado los cinco millones de parados en este país, los que han desahuciado y sumido en la desesperación y la miseria a tantos cientos de millones más en el Tercer Mundo, puesto que sería poco ético referirse solo a Occidente y a los propios problemas y penurias, especialmente dadas las circunstancias. No olvidemos nunca que el origen de la siniestra bola de nieve que nos ha estallado encima fue la salvaje especulación inmobiliaria desatada por financieros y banqueros, simultáneamente a su divinización, salvajada permitida y santificada por una indignante falta de control y de sensatez en la clase política, que se supone elegida precisamente para defender los intereses públicos, y no los intereses personales, sectarios o clasistas.
4. Conclusión con Schopenhauer, Serpientes y Monstruo de las Galletas.-
Hermanos Indignados, dijo el gran Arthur Schopenhauer: «El egoísmo es monumental, no tiene cabida en el universo. Si se diese a elegir a cada uno entre la aniquilación del universo entero y su propia perdición, no necesito decir cuál sería su respuesta». De modo que el capitalista que esté limpio de culpa que os lance la primera piedra. Pero, ah, ya veo que no se recatan un pelo: ya han empezado a lanzarlas. Claro, ¿habrá mejor momento que éste para machacarle la cabeza y eliminar de una vez por todas a la inmunda “serpiente izquierdista”? No solo a la Izquierda: ¡Se está criminalizando hasta a los sindicatos, a los trabajadores, por oponerse a una política neoliberal, por definición diametralmente contraria a sus intereses! ¡Qué gran avance histórico, el despido libre, el recorte al discapacitado! ¡Oye, pues que saque adelante la empresa el empresario, su señora, abonada a la Milla de Oro, sus vástagos que estudian en London y el patrón de su yate!
Seamos serios, hermanos. Si nos quedamos sin Izquierda y sin sindicatos, qué nos queda: un glorioso sistema democrático (el más glorioso de Occidente por cómo se conquistó) en la basura. Si solo queda un partido, una manera de hacer las cosas, un estilo, una ideología, tenemos otra vez lo de siempre, ¿o es que todavía no ha quedado claro?: totalitarismo, dictadura, esclavitud, despotismo, tiranía, feudalismo. En una palabra, lo que decíamos antes: simple y llana merienda-de-negros. Hay, pues, otra serpiente en juego, la más vil y artera: la que se muerde la cola.
Pero ¿la serpiente que se muerde la cola?, ¿la serpiente que se muerde la cola? What the hell is this?, diría el vastaguín. Trátase de la serpiente que vuelve atrás en el tiempo, a su origen, la que nos retrotrae a la Dictadura Fascista, pero aún más atrás, a la Edad Media, a la Esclavitud Pagana (la hay de otras clases), lo Cavernícola, lo Prehumano; lo Pre-histórico. La No-Historia. La Parálisis. Las Tinieblas. La Nada.
Recapitulemos: ¿Y si se le estuviese dejando hacer a sus anchas al Monstruo de las Galletas? En 2008, uno de tantos atracones suyos nos regaló mundialmente la Indigna Crisis que padecemos y padeceremos. Es para preguntarse qué puede pasar si un día se le va de verdad la mano y arrambla definitivamente con TODAS las galletas, como en ocasión del famoso Corralito argentino, o, en otro orden de cosas, la “monstruosa” esquilmación de la selva amazónica, de la ballena azul y de todo bicho viviente endolarable.
Uno es más bien izquierdista, sí, pero como opción moral más que política, si se te permite. Y es que, en fin, sin darse cuenta (la pesadilla de la historia política), uno acaba recelando de los políticos, de todos los políticos. A ver. Pero hay una cosa de la que no recela, y es del pacífico turno de partidos, y mejor con distinguibles ideologías respectivas, único sistema probadamente capaz de moderar excesos y “monstruosidades” económicas y de todo tipo. Parece una canción de los Beatles: "Yo te vigilo las monstruosidades acaparadoras, tú me vigilas las mías, y de este modo, ¡ye - ye - ye!, todos contentos"...
(de mi muro en Facebook)
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