« –Y bien, dígame, caballero, ¿qué máscara desea usted? –Hum, la más cara. »
« El budismo, de entrada, por algún motivo no claro, choca gratamente al nuevo adepto de extracción judeo-cristiana, pero pronto empieza como a incomodarlo. Cómo explicar esto. Frente a los budas del salón (budas de salón), en esas noches solitarias de tele y libros, no encuentras, cómo decirlo, intimismo, inmediatez, calor. Qué te sugiere ese enigmático ídolo gordezuelo: ideas tan simples y lapidarias te hacen sentir satisfecho del ahora, pero también te vacian de otras que habían sido útiles hasta el momento, y quizá, en tanto que nuevo adepto, eso te genera cierta frustración neófita. Buda. ¿Buda? El budismo, de entrada, no protege, no consuela (al menos todavía…); en cuanto concepto religioso, no te incita a relacionarlo en ese campo con lo que acostumbrabas o te habían acostumbrado, miedos, amenazas, ángeles de la guarda, amor de dios, dioses omnipresentes, beatitudes místicas, culpas, infiernos y paraísos, que, después de todo, ya era algo. Habías soñado siempre con una religión enfocada a seres inmaculados y todopoderosos, a razas superiores, tremebundos extraterrestres llenos de ruido y de furia… Pero, así de pronto, ¿esto? En efecto, esto, huir valientemente de toda esa absurda parafernalia escatológica que no representa en realidad más que el triste señuelo inane del ego, de la etiología y el sentido. El meollo del budismo, qué esperabas. Pero con todo y con eso, al final, te sigues quedando un tanto como, bueno, nostálgico, aburridillo. Abrumado ante tanto nihilismo iconoclasta, sigues estultamente expectante de algún... brillo celestial más, miajita de atisbo trascendente en el fondo, ¿no? Pero, en resumidas cuentas, de un modo u otro, contra viento y marea, qué gran verdad, qué santa evidencia aplastante; no sé a quién se la oí o leí: ¿Quién ha matado en nombre del Buda? »
« Críalos cuervos y te sacarán los ojos. »
« Los hombres tenemos fama de ser más nobles, más elevados, imaginativos... Pero ese es el nombre que le damos al hecho de no tener a cargo el sostén biológico de la especie, por así decir. Por qué estamos aquí. Por qué me dedico yo en estos momentos a lo que me dedico. A no dudar porque hay y ha habido mujeres que antes se han preocupado de otras... cosas. »
« Nadie es tan malo que no haya sido bueno. Ni tan bueno que no sea algo malo. »
« Fue, ya digo, uno de esos sueños tan reveladores, más intensos que la propia vida, porque, como en un buen cuento, en ellos se concentran muchos significados, o simplemente mucho significado. »
« La muerte ha de llegar para curarnos de todo engaño. Ese será el único momento realmente interesante de nuestra vida. Enfrentarnos a la verdad cara a cara, por primera y única vez. Aun así no tendremos tiempo de vislumbrar más que un destello mortecino de la misma. »
« Primero la fatiga, la falta de sueño, que se traduce en un dolorcillo de cabeza que ni siquiera llega a tal; notas como si te chirriase o raspara algo incómodo por dentro, algo que impide que funcione bien el cerebro, eso, que fluyan debida, lubricadamente las ideas, que no se anquilosen de tonta subjetividad matutina. Las señales que te envía el mundo, en una mañana clara como la de hoy, los billones de fotones reflejados por un cubo metálico en la terraza de enfrente adquieren momentáneamente para ti un sentido distinto, que podría compararse con la diferencia que existe entre las sensaciones producidas al mirar a una mujer guapa y a otra fea, pero fenómeno más metafísico, más afilado y visceral. No es que sea fea, es que es infinitamente ajena. Estás sensibilizado, singularizado, en el sentido que le dábamos. Te agobia un gran desamparo ante lo que ves. ¿A qué este temor irrefrenable, esta debilidad? ¿Una amenaza? ¿Qué podrías tú oponer a esa fastuosa y cruel indiferencia fotónica? Es casi terrorífico. Si sigues mirando va a aplastarte la mera visión de tanta energía y expansión muertas, alienadas, inútiles... ¿Muertas? ¿Y si a esta pequeña depresión visual de pronto le da por crecer y crecer, y crecer…? »
« En los sketchs de Turner está ya Monet. La pintura que vendrá alienta ya en los esbozos de los grandes maestros actuales. »
« Los últimos paisajes de Van Gogh, en la Thyssen. Al principio, solamente, qué gran pintor. Pero ya en la segunda sala se te ponía el nudo en la garganta. Las enérgicas pinceladas de dos o tres centímetros; esa furia expresiva, esa intensidad estética, ese brío anticipativo. Artistas así transmiten algo más que singular al público. Sus cuadros siempre te dan la impresión de que han sido pintados hace cuatro días por ese amigo tuyo genial que está medio majareta. Arte en vivo, bullidor, tuteante, recreando de continuo para ti vida y desvarío, tragedia viva, muerte destinada disfrazada de tonos violentos. Debe ocurrir así con todo gran artista desgraciado. Pero una imagen vale más que mil palabras, y frente a un escritor, un Poe, no es lo mismo. Todo color pastoso y trazo curvilíneo: cuando Van Gogh utiliza colores puros, es un genio, cuando los mezcla, es el dios de la pintura. No sé qué fabulación estética me hice en pleno arrobo. »
« Me preguntaba a qué tanto y tan extremo afán de poder en el personaje de Livia en Yo Claudio. En estos casos, uno, que al menos ha aprendido a reconocer en sí mismo lo que es la mera y triste ambición, debe saber ponerse en el lugar de. En aquella época creían en dioses y en dioses encarnados. También, por tanto, en dioses que se hacen a sí mismos, como postulo yo en la novela. Y esa arpía diabólica seguro que aspiraría a convertirse en diosa, la inmortalidad, el poder absoluto. […] En efecto, hoy hemos visto el capítulo en que Livia finalmente reconoce, les pide con lágrimas en los ojos a Calígula y Claudio, ser reconocida como diosa, ¡para no acabar arrojada al puñetero Infierno por su redomada maldad! Pero todo esto, claro, no es más que la interpretación moderna, de Robert Graves, con el que hemos fácil coincidido. »
« Universo cíclico, pero los ciclos son tan amplios que no alcanzas a captarlos como tales ciclos. Lo mismo pasa con la tierra, que parece plana y es redonda. »
« Los genios no son más que hombres normales, pero que llevan dentro otro ser: un genio (como el de la botella). »
« Y el pueblo (o el antiguo barrio), se quiera o no, escapa a ese concepto paradisiaco que inventamos a veces, al mero recinto, al escenario aislado de nuestra reniñez. El pueblo sin su sociedad habitadora no existe, ni existió nunca. »
« Si toda culpa es eternamente presente, todo contratiempo puede ser interpretado como castigo, y toda iniciativa, como peligrosa. Las implicaciones, tremendas. »
© José L. Fernández Arellano, 2004-2008
No hay comentarios:
Publicar un comentario