UNA ALTERACION en el paisaje turbio
fisura melancólica
por donde algo en la memoria
se me escapa y me busca
antigua pieza de lejanía nerviosa
que no halla asiento en mi pupila
ni alcanzo a comprender si reconozco
Brisa fresca que sin avisar
me rodea como sombra y me señala
ubicándome
Rumor fatigado de pinos
grieta lateral
veladura verdinegra
Fragmento reencarnado de algún Corot
sereno bosquecillo húmedo de lluvia
y desnudo de tiempo
mientras las nubes
alguien que fui yo
cree que sisean maliciosas
nos vamos y nos quedamos
nos vamos y nos quedamos
nos vamos y nos quedamos
Amo las alamedas de
árboles
encorvados y sombríos
(Coelho
Pacheco)
TAN REALES como
irreales,
los parques recónditos
y aislados
y las ensoñaciones
juveniles
en que aún se asientan
tantas veces,
aunque ya no atraviese
sus susurros
entrañables ni sus
sombras amadas
aquel paseante
taciturno, que hallaba
alivio a su abstraído
desasosiego
en tales árboles
encorvados y sombríos.
Es ahora otra soledad
de la mirada
la que puebla esta
soledad,
espacio no tan íntimamente
hermoso,
no tan secretamente
vasto y gozoso
cuanto inerte, porque
las horas
poco a poco van
olvidando la herencia
de aquellas otras
horas solitarias,
y van aposentándose,
una a una,
en sus dignidades ya
definitivas.
MUY RECONOCIBLE
la inocente amenaza
del día
en el cuarto crece y
se remansa
Llueve sobre mojado
esta tarde inscrita en
el centro
de las últimas tardes
Lluvia que girando no
decora
fantasía alguna
Tiempo que se alarma
casi reversible
haciendo guiños
vanidosos
al fetiche absurdo del
silencio
A cada movimiento
y a cada movimiento de
conciencia
ésta bromea
entrecortadamente
solo con el rastro que
de inverosímil
va quedando en los
objetos
la mesa la ventana
Nada es igual
nada ha cambiado
si pretendes discurrir
versiones
novedosas del propio
incierto atónito
protagonismo
Y así continúas quieto
al levantarte
quieto al aplicarte
por fin a otras tareas
siempre como bajo el
peso
de una duda antigua y
aburrida
que siempre se cree en
vano
resuelta y archivada
© José L. Fernández Arellano, 1994
© José L. Fernández Arellano, 1994