IN MEMORIAM, RAFAEL LLOPIS PARET

 

(El texto que sigue encabezaba en 2013 mi contribución a la Historia natural de los cuentos de miedo de Rafael Llopis, pero él no consideró entonces oportuno que así fuera. Sirva ahora como sentido homenaje a su memoria.)

 

 

NOTA PRELIMINAR

 Mi primer contacto con la obra de Rafael Llopis se produce hace evos, a finales de los años setenta del siglo pasado, y sin embargo, aunque suene a tópico, parece que fue ayer: como es sabido, no pasan los años por aquel libro que daba comienzo: «Con esta Antología pretendo presentar al público de habla castellana un panorama completo de los Mitos de Cthulhu»[1]Los mitos representaron entonces para un joven y entusiasta aficionado como yo todo un acontecimiento, un auténtico regalo; también, sin duda, una suerte de conmoción estética. Más tarde me empapé de otros prólogos y traducciones, me llegó la primera edición del Esbozo de una historia natural de los cuentos de miedo (Ediciones Júcar, 1974), y pensé que aquel brillante y recatado psiquiatra no solo demostraba un gran coraje al publicar las cosas que publicaba dadas las fechas que corrían, sino que decididamente sabía más sobre el cuento de miedo que nadie que yo conociese o hubiese leído; Llopis tenía además todos los visos de un sesudo y elegante crítico british, a los que yo tanto admiraba. Hace pocos años, el conocimiento de su persona, de su palabra directa, algunos datos de su historia personal dejados caer, no han hecho más que confirmar mi primera impresión. Creo que, en perspectiva, hoy su figura destaca, más allá de la temática concreta de su obra y sus innegables virtudes literarias, como la de un concienciado intelectual europeizante, surgido muy oportunamente de un entorno hispánico tan inopinado como sugerente, cuando tanta falta nos hacía el contacto con todo aquello que se cociese más allá de los Pirineos, al menos a quienes pensábamos que la frase ‘que inventen ellos’ resultó, si no poco afortunada, sí pésimamente interpretada.

 

La aparición de estas obras de Llopis, además, me hizo abrigar, como a muchos otros, grandes esperanzas sobre el futuro de la literatura fantástica en España. Aquellas ediciones de Lovecraft y compañía no podían ser más que indicio claro de apertura y tolerancia, y los aficionados nos las prometíamos muy felices: con tales precedentes, era cuestión de tiempo que llegáramos a equipararnos, o al menos aproximarnos una pizca, a ingleses y estadounidenses en la materia. Sin embargo, incomprensiblemente, tales expectativas se vieron frustradas, el género sigue aflorando con cuentagotas, y Llopis, después de 35 años, a no dudar para su propia sorpresa, sigue, casi en solitario, sentando cátedra sobre literatura macabra en habla hispana. Sus hondas concepciones sobre el muerto-demonio (muy en especial), lo numinoso reprimido y el instinto de muerte[2], su sabrosa teoría de que «la historia de los cuentos de miedo se ajusta a las leyes de la evolución», su noción humanística del «agradable estremecimiento de terror sobrenatural» que debe primar en la historia, aun hoy siguen constituyendo referencias  de consulta ineludible para todo aquel que desee pronunciarse sobre el tema. Qué decir de sus neologismos proféticos neoterrorífico, metaterrorífico, que con el tiempo han demostrado lo certero de su enunciación desde el mismo momento de verificarse, ya que fue exactamente en esos años cuando la maquinaria de la ficción de esta modalidad dio un brusco giro en todo el mundo, giro que se ha demostrado pertinaz, y no siempre positivo, por cierto.

La comparación, por último, que estableció entre terror y pornografía es tan mordaz como atinada. Yo solo añadiría un detalle: el terror (tanto como lo oculto) en España tradicionalmente ha recibido, además, tratamiento de alienígena. Como la pornografía, es lícito verlo, leerlo, degustarlo a distancia, pero cuidado, nunca practicarlo en vivo (y no hablo de terrorismo sino de literatura), como si fuera portador de algún maligno germen foráneo de impredecible virulencia. En la época franquista, diríase que únicamente a científicos expertos y duchos en la materia se les permitió manipularlo a su antojo, y si se desempeñaban en el área de la psiquiatría (Llopis, Jiménez del Oso), tanto mejor.

Considero un honor inmerecido haber podido contribuir a este proyecto de recuperación de una obra fundamental dentro de la endeble corriente literaria no-realista española. Sirvan las líneas que siguen como testimonio de gratitud y de admiración a la persona y la obra de un amigo, un estudioso y un maestro únicos.

Una disculpa final: serán todos los que están pero, inevitablemente, no estarán todos los que son.

 



[1] Prólogo a la primera edición de Los Mitos de Cthulhu. Narraciones de horror cósmico. Alianza Editorial, 1969. Uno de los mejores prólogos dedicados a la literatura fantástica, según el escritor José Manuel Fajardo, opinión que compartimos.

[2] El cuento de terror y el instinto de la muerte”, incluido en Literatura Fantástica, VV. AA. Ed. Siruela, 1985.

 

 

© José Luis Fernández Arellano, 29 marzo 2022