¿Es el Colectivo uno o trino? Digamos que aparentemente trino, o trina, pero, un momento, veamos, una cosa es una cosa y otra cosa es otra. A lo que íbamos, ¿por qué motivo siempre prefiero yo, Jose, a Beavis & Butt-Head y no a los Simpson, Bugs Bunny o Tintín, v. gr.? Otro: ¿Qué encierra en sus superficiales honduras, exacta o aproximadamente, el cine de David Lynch, mi padre putativo (ya se sabe, del latín puto, putas, putare, putavi, putatum: pedir (papa)), que no encierre el de otros directores de mi predilección como Kubrick, Erice, Fellini, Bergman? ¿Cuántos heterónimos lucía Fernando, el más grande poeta ibérico del pasado siglo, con perdón de Luis Cernuda? Son difíciles preguntas con aún más difíciles respuestas. Uno mismo fue en tiempos poeta surrealista, digamos que posmodernamente hablando. Pero no albergamos duda alguna o laguna sobre nuestra identidad, como tampoco la tuvo en su día, se pusiera como se pusiera, el Pessoa (persona en portugués) aludido (no el otro). Ser “surrealista” (¡eh, cuidado, ¿estoy yo acusando al Colectivo de algo; lo estoy acusando?, vamos, contesten, maldita sea!) se recordará siempre como una toma de posición inesperada frente al fenómeno creativo, estético, verbal, pero una toma de posición clara, definida, comprometida y, eso, sin duda revolucionaria. Aunque no buscábamos el desencadenamiento de la II Guerra Mundial como el Dadá en su día, ni siquiera de la III como Trump y Bolsonaro hoy por hoy; era fenómeno mero psicotrópico de contagio ácrata, si por ácrata entendemos a aquel que descree a pies juntillas y separatillas del discurso socioestético dominante a la sazón. El ácrata, como el surrealista fetén o su tendencia extremista (el mentado dadá), lo que más odia en el mundo es la televisión y el western, y todo lo demás viene de seguido, consecuentemente. Descorramos el velo de una vez. Quién es, o quiénes demonios o angelitos son. A qué dedican el tiempo libre de oración y tentetieso. Me refiero a los miembros humanos del Colectivo Juan de Madre, ¿así llamado por su fuerte tendenciosidad inane maternofilial? En una palabra, digo, pregunta: ¿Es De Madre un apellido de guerra, de corazón-armadura o de mero despiste? Si fuesen muchos los integrantes del Colectivo lo entendería, pero si solo es uno, en dos palabras: me a-co-jo-na.
El
relato “Cazadores” recrea un foro un tanto caótico, cuanto simpático, que
directamente, sí, me ha recordado a J. G. Ballard. Sólo responderé a la pregunta
de por qué motivo en presencia de mi abogado. En efecto, ese sólo lleva acento,
indeed. Pero ocurre que “Si estos son los pecados del paraíso”, muy bien
escrito y traumado, por algún rasgo o motivo ciencia-ficcionario distopicante
poco claro también me ha traído a colación al primer Ballard, qué pasa. “Un
apartamento en tu colon”, de Aileen Wuornos (ya saben Vds., uf, la asesina en serie
más escalofriante de la historia reciente, sobrecogedoramente incorporada en el
cine por la gran Charlize Theron, que recibió el Óscar por el papel), en fin, lo del colon me
atragantó el hipocampo desde el principio, ya que no dejaba de traerme a las
mientes la famosa frase: Big mother ship and all, I'll be back, I'll be back…
¡Uf! “Lo que un día aprendió Yoverack” es una interesante pasada de estrambótica retranca
abuelista. “El paraguas”, sin más, se trata de una de las obras maestras del
tomo (y lomo); antiyanqui hasta decir vasta (sic). Y a destacar el uso deslingüista
del diálogo. “Pequeños seres bondadosos” es cómic descarnado-prepucial donde
los haya. Yo mismo puedo dar fe de que esos chocantes bichos penéfilos medran
en muchos conductos de ventilación a la vera de todos; dónde hay que firmar,
Ayuso. “Informe sobre el Evento Heredia” rastrea ni más ni menos que en la
comedieta ilógica subidita de tono, pero aquí el protagonista acaba llorandico
por lo bajinis. “Puzzle”, mire usté, me sigue recordando a Ballard, aunque en
el relato de Ballard el protagonista más que esfumarse levita. Acerca de “Cera. Hambre”, lo reconozco: me dejó seriamente preocupado; hasta
se me quemó el… arroz. “Masacre en Badajoz”, tan simple como escandalosamente que no es verdad;
mucho menos para el afable extremeño afín que todos llevamos dentro. “Nihil. Nihil”
es, sin más, discutible, en especial desde el punto de vista ontológico. En cuanto a la pieza final, “Lo mejor para el hombre”, abunda en
exageraciones bien traídas, llevadas y aderezadas con hongos y cosas. Entraña una violenta
contradicción incendiaria, como el resto de piezas, con todo vacuo-apestoso guión y
presupuesto literario-televisivo. Qué añadir. Lo dicho: el que quiera peces telecinqueros…
Autores unitrinos así, si no existieran habría que inventarlos. Hoy por hoy, vive el cielo, representan la única
vacuna plausible contra la aplastante megamediocridad reinante. You're welcome.
© José Luis Fernández Arellano, 20/01/2022