LAS SOMBRAS: AFORISMOS

 

·  ¿Quién o qué es el verdadero Dueño de Las Sombras? He aquí la gran pregunta que nadie en la historia ha sabido responder cabalmente: permanece envuelta en sombras.

 

·  El Dueño de Las Sombras no es de temer en gran medida: es o será o habrá sido eternamente mera sombra de lo que fue.

 

·  Más preguntas: ¿la sombra es a la luz lo que el hielo al agua? Más bien lo que el perdón a la venganza.

 

·  ¿Es más sabio por definición el habitante de las sombras o todo lo contrario? El sobrio habitante de las sombras, pongamos que el pensador pesimista, por nada se deja deslumbrar; su criterio se ha ajustado fría y calculadamente a la realidad. La definición de “lucidez”, sin embargo, sugiere todo lo contrario.

 

·  Uno oye Las Sombras, en mayúscula, y empieza a inquietarse, olvidando que las sombras no son más que, por decirlo así, antirreflejos que arrojan naturalmente los objetos que nos rodean.

 

 

 

·  Aquel poema titulado “Las sombras” contenía demasiadas cosas visibles para ser verosímil. Claro que tampoco se le pide exactamente verosimilitud a la poesía.

 

·  Qué mejor metáfora de la muerte, en efecto, que ‘el reino de las sombras’. Pero eso es solo poesía o alegoría religiosa. La muerte desbarata toda metáfora, aun oscura o alargada, si bien se deja reverenciar alargadamente por los vivos.

 

·  Uno puede preguntarse qué molestó realmente al oscuro Diógenes en aquella singular ocasión, ¿la sombra de Alejandro o solo el mal olor que este despedía tras su última batalla?

 

 ·  Las sombras, como imagen, qué sugieren al final. No puedo verlo. No soy capaz. O quizá sí y no quiero verlo al final.

 

·  Quién teme a Virginia Woolf. Quién a las sombras que dejó detrás. Y así con todo escritor.

 

·  El sol es la gracia de Dios; la sombra, la gracia del cosmos. ¿O es al revés? ¿O es todo la Luz? No, puesto que la Sombra desempeña también su papel. ¿Estamos confundiendo Sombra con Oscuridad, Divinidad con Luz? Sombra nunca es ignorancia en cualquier caso.

 

 ·  No nos obcequemos, nunca, bajo ningún pretexto. La sombra de la duda a la larga arroja siempre más luz que cualquier certeza. Que le pregunten, si no, a Descartes.

 

·  Somos esclavos de la Relatividad, no nos obcequemos inútilmente con absolutos. Lo mismo que inspira pavor a unos en los cementerios representa una bendición, la diferencia entre la vida y la muerte para otros en el desierto.

 

 ·  Por más llamativas, pintorescas o famosas que sean solana y umbría, la montaña que las subsume y les da nombre no deja de ser ella misma.

 

 ·  Más relativismo: la sombra son fotones o ausencia casi total de ellos. Sin embargo, la sombra o tiniebla absolutas nada tienen que ver con una impensable luz.

 

 ·  La más grandiosa lección de humildad que imparte la Naturaleza la representan periódicamente los eclipses. Ni siquiera la pasmosa velocidad de la luz les hace sombra.

 

 

 

 ·  Preguntas, preguntas... ¿Por qué viven eternamente en la sombra los extraterrestres? ¿Por qué digo ‘eternamente’ si veo lo que veo cada día y sé que un día comprenderé? ¿Qué sombra es esa? ¿A la sombra de quién o quienes vivimos?

 

 ·  Cuál es el tema oculto del sobrecogedor poema en prosa que lleva por título “Sombra”, de Edgar Poe. El remordimiento inconsciente, tan taimado compañero cotidiano de penas y glorias como nuestra sombra.

 

 ·  Es un hecho nada sombrío que Borges, el escritor más brillante de su época, como en oxímoron legó a la posteridad un genial Elogio de la sombra, de resonancias estéticas orientales, pero sobre todo, por experiencia propia, estoico-cristianas.

 

 ·  El hecho de que el hombre haya perdido su sombra sugiere tradicionalmente que también ha perdido la vida, el alma. Por qué será.

 

 ·  Qué crepitar silencioso se percibe donde anoche la sombra se instaló anormalmente intensa. Qué luz entre tu rostro sombrío y mi lúgubre pensamiento.

 

 ·  Uno sabe de las sombras siempre menos de lo que cree haber aprendido. De la luz en cambio casi lo sabe o cree saberlo todo. Estudiemos esto a fondo: en términos de eternidad seremos infinitamente más sombra que luz.

 

 ·  Nuestra vida es un cúmulo inocente de luces y sombras que al final se disolverán revueltas en algo más parecido a estas últimas.

 

 ·  Qué diferencia después de todo a lo luminoso de las sombras: la materia más infinitesimalmente exigua de que se tiene noticia. Mera cuestión de fotones en presencia o ausencia.

 

 ·  Una de las mejores justificaciones del miedo a las sombras ha sido descubierto hace unas décadas: los agujeros negros. Hasta la luz retrocede espantada de su proximidad a la velocidad de la ídem; la poca luz que queda, eso sí. El mayor secreto del cosmos que ninguna luz será nunca capaz de revelar: en qué consiste esa Sombra infinitamente densa, enloquecida por y en sí misma, que ¿llena? los agujeros negros.

 

 ·  Hay un miedo o respeto a las sombras que, a poco que se medite en ello, es miedo a los suaves contornos de la belleza sublime.

 

·  Por qué motivo los fantasmas son seres de niebla y sombra. Porque la luz los inmoviliza helándoles la poca alma que les queda.

 

 ·  Lo que genera los abismos oscuros en la Naturaleza es la gravedad, lo mismo que lo que crea los agujeros negros. El motivo es que la gravedad acaba siempre cansada –muy pronto en términos cósmicos– de sus simplones juegos con la luz de las estrellas. Los abismos luminosos también existen, con dicha limitación.

 

 ·  No teme a la muerte aquel que se ha aleccionado prospectivamente de sus sombras. Quien previsoramente se ha curado de sombríos espantos, dicho en plata.

 

 ·  Toda ecología se funda enrabietada, bebe desesperadamente del imperio de la sombra. No otra es la bendita esencia de la vida, surgida de y protegida por la simple rotación terrestre.

 

 ·  Nueva definición de fantasma: aquel que aun habiendo perdido su sombra sigue existiendo, o al menos lo parece.

 

·  No hay mayor deslumbramiento de sombras que el que hace implosionar Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas. Su procedimiento es pasmoso: la macabra técnica cubista que décadas después aterrorizaría en el “Guernica” de Picasso.

 

·  La retórica de las sombras llega siempre mucho más allá que la de la luz. Más allá, sí, como hizo observar muy bien Terry Pratchett en su famosa cita: “No importa lo rápido que viaje la luz; siempre se encuentra con que la oscuridad ha llegado antes y la está esperando”.

 

 ·  Ya que camino por el valle de las sombras de la muerte, sí que he de temer. Sería inhumano no hacerlo si Tú no me alumbras. Y de momento no veo más que sombras…

 


        © José L. Fernández Arellano, 2019.